|
Salvar el día
Te has levantado una vez más con la resaca atrasada de tantos amaneceres de cansancio a cuestas. Desayunas a toda prisa. Te duchas a toda prisa. Te encaminas al trabajo a toda prisa... Siempre igual.
Los mismos horarios. La misma velocidad. Los mismos compañeros. Las mismas caras. Y sobre todo el jefe. A ese hay que echarle de comer aparte.
La rutina de la jornada ha comenzado. De pronto se te ocurre romperla. Ejercitas los dedos, aún entumecidos por la tensión, y escribes un correo electrónico en el que pones un granito de humor. Una semilla. Te ha costado un gran esfuerzo remontar la pesadumbre de la tristeza que arrastras, pero lo has conseguido.
Tú mismo sonríes.
Tu amigo lo recibe. Su respuesta es inmediata.
Seguramente se encuentra como tú, con su resaca de la rutina a cuestas. Ha desayunado a toda prisa. Se ha duchado a toda prisa. Se ha encaminado a su trabajo a toda prisa. Para él, todos los días, como para ti, son iguales. Los mismos horarios. Las mismas prisas. Los mismos compañeros. Las mismas caras. Y sobre todo el jefe. Ese que hay que echarle de comer aparte.
En su correo también percibes la semilla que, a su vez, él ha depositado entre sus frases, probablemente con el mismo esfuerzo que tú. Imaginas su sonrisa.
La simiente del buen humor, como un don divino, ha germinado de manera mágica, casi instantánea. Te ríes con la broma de tu prójimo. Te ríes de ti mismo. Te ríes hasta de tu sombra, pues en ese momento te ves como de lejos. Te ves como a un extraño. Ríes una vez más y pronuncias en tu interior: “Gracias, Señor, por los amigos”.
Y has salvado el día.
Publicado en:
Diario Sur
Protestante Digital
-Indice de artículos de Isabel Pavón
-Indice general de artículos
Isabel Pavón.
© SentirCristiano.com
|