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Dios prefiere lugares cálidos
También es verdad que hay misioneros llegados de otros países que vienen de incógnito. De incógnito pero con aureola, pues no se termina de averiguar nunca a que misión se dedican con exactitud.
A veces tenemos la convicción de que Dios es tan grande y tan poderoso que todo le da igual. No es así. A Dios le gustan los lugares cálidos. Esa es la razón por la que tantos misioneros son enviados a países con buen clima. ¿Por qué? Porque es voluntad divina.
Entre Dios y los misioneros que anuncian su evangelio por esas tierras hay una especie de simbiosis. Claro está que ellos preferirían vivir en tierras inhóspitas pero no se atreven a contrariar los caprichos de su gran Señor.
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Es más, a estos misioneros les gustaría quedarse en sus propios países donde tanta gente, millones, quedan por convertir, pero reconocen que si al Señor se le mete algo en la cabeza no hay quien se lo saque.
Y allá van, desganados pero con la cabeza bien alta porque conocen el verdadero mensaje que deben compartir a convertidos y no convertidos; teniendo que soportar los climas suaves, el sol, los caracteres alegres de la gente, aunque quisieran llegar más allá, hasta aquellas aldeas perdidas entre montañas nevadas; se sienten obligados a aguantar los cielos azules cuando saben que en algunos pueblos no deja de llover; se sienten obligados a aceptar viviendas con jardines, piscina, aire acondicionado y grandes extensiones de césped cuidado gratuitamente por los hermanos en la fe; deben conformarse con la buena y variada comida y una manutención muy, muy exagerada que ellos no quisieran aceptar. Algo que algunos misioneros aborrecen, por supuesto. De ahí que cuando sus hijos crecen, rápidamente los mandan a sus países de origen para que terminen de criarse allí y no pasen el mal trago que ellos están pasando.
También es verdad que hay misioneros llegados de otros países que vienen de incógnito. De incógnito pero con aureola, pues no se termina de averiguar nunca a que misión se dedican con exactitud.
Pasan años y años ejerciendo lo que nadie ve ni logra adivinar. Pero vienen de parte de Dios y él tiene sus maneras, hay que respetarlas, no sea que, por dudar de lo que vemos y sabemos nos mande un rayo y nos parta.
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Isabel Pavón.
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